Este relato del encuentro del Señor con una mujer samaritana, es un maravilloso ejemplo de la amorosa acogida que él da a las personas que sufren. Jesús nos está buscando siempre con amor, incluso cuando no reconocemos su mano extendida.
Aunque esta reunión pudo haber parecido accidental, fue realmente una cita providencial con el Mesías.
Cuando la mujer llegó al pozo, Jesús inició la conversación pidiéndole un vaso de agua. Su abordaje directo la sorprendió y abrió la puerta a un diálogo que cambiaría su vida para siempre.
En todo el intercambio, el objetivo de Jesús fue ayudar a la mujer a reconocer su mayor necesidad, para poder darle el único regalo capaz de satisfacer esa necesidad: la salvación y el perdón de sus pecados. La mujer había pasado su vida tratando de encontrar amor y la aceptación donde no podría conseguirlos. Cristo le ofreció el agua viva del espíritu Santo, lo único que saciaría su sed espiritual y emocional.
Al igual que la mujer samaritana, nosotros podemos a veces estar tan concentrados buscando satisfacer nuestras necesidades inmediatas, que no vemos la mano de dios extendida a nosotros en amor, ofreciendo lo que satisface realmente. Solo Cristo puede llenar nuestras almas vacías por la eternidad, y proveer ahora mismo para nuestras necesidades emocionales fundamentales.
Este mundo está lleno de pozos que prometen dar amor, aceptación y autoestima, pero que nunca satisfacen plenamente. Si su alma está vacía y el pozo se ha secado, busque a Jesús. él tiene una cita divina programada con usted, y saciará su sed con su espíritu, si se lo permite.
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